domingo, 28 de agosto de 2011

REINCORPORACION DE TACNA AL PERU

28 de Agosto : Día de la Reincorporación de Tacna al seno de la Patria


Cuando no cesaban aún los ecos de la Guerra del Pacífico, correspondió a hombres y mujeres de Tacna reconquistar su destino final, hazaña histórica que refunda el sentimiento de Patria con heroísmo que sigue inspirando la admiración de todos los peruanos.

Mucho antes, los pobladores originales de Tacna, que eran aymaras y procedentes del Collao, habían migrado también hacia el litoral de Arica. Al efectuarse la conquista, tenía aproximadamente 10 mil habitantes, agrupados en 27 parcialidades, bajo el gobierno de caciques.

Hacia 1625, cuando ya se había extendido en su territorio el cultivo de la vid, se le estimaba como un pueblo rico e industrioso; y sus gentes, activamente dedicadas al comercio, poseían recuas de llamas, en las cuales transportaban sus vinos hacia Oruro y La Paz.

El activismo comercial, que se extendió a Chuquisaca y Potosí, determinó que ahí se estableciera un teniente del corregidor de Arica; y a los funcionarios de las cajas reales se les asignó el mantenimiento de una callana para fundir monedas.

Estas circunstancias favorecieron en Tacna el eco inusitado, tanto de la revolución del 25 de mayo de 1809, como el avance de los rioplatenses a través del Alto Perú; cuyo fermento conoció todo el país a través de los pronunciamientos patrióticos de Francisco de Zela (20 de junio de 1811) y de los hermanos Paillardelli (3 de marzo de 1815).

La población tacneña prestó su apoyo a los ejércitos enviados a los puertos Intermedios (1823), y juró la independencia (24 de diciembre de 1824) en cuanto llegaron a la ciudad las noticias sobre la capitulación de Ayacucho.

Cuando se inició la guerra con Chile (1879) era una de las ciudades más progresistas del país por su situación geográfica, debieron converger en sus inmediaciones los ejércitos de Perú y Bolivia para detener la ofensiva enemiga; y, caídas las posiciones establecidas en Arica, sobrevino la ocupación extranjera.

Desde sus inicios fue una guerra desigual, de una parte defensiva y de otra expansionista con apoyo de una potencia extranjera, que; sin embargo, convirtió en admirables soldados a humildes artesanos, arrieros y labriegos; quienes cayeron luchando en las batallas del Alto de la Alianza, Arica y más tarde en escaramuzas guerrilleras.

Fueron muchos los tacneños que ofrendaron su vida defendiendo el honor de su nación. Nombres como el de Gregorio Albarracín, Alcázar, Blondell, Bustíos, Cornejo, José Joaquín Inclán, Jiménez, MacLean, Nacarino, Pedraja, Vargas, Vidal, entre muchos otros, serán siempre recordados por su generosidad y entrega en defensa de los sagrados intereses de la Patria.

El tratado de paz suscrito en Ancón estipuló la definitiva anexión de Tarapacá al territorio chileno; y dispuso que las entonces provincias de Tacna y Arica fueran retenidas durante diez años -período que se prolongaría después-, al cabo de los cuales debía decidirse su suerte por un plebiscito.

Tacna vivió desde el 26 de Mayo de 1880, un extenso cautiverio que se prolongó por casi medio siglo, sin abdicar jamás de su nacionalidad peruana.

La chilenización forzada encontró seria oposición. Los curas peruanos de Tacna y Arica, desalojados de las iglesias, abrieron oratorios particulares, pero no por mucho tiempo. Fueron expulsados del territorio “por desconocer las leyes y ser elementos de discordia”.

De mayo a diciembre de 1911 la población peruana en Tacna y Arica y, especialmente, en Tarapacá afrontó nuevos días de prueba. Habíase conservado y aumentado en Iquique y otros lugares de esta última provincia, una numerosa y laboriosa colonia de connacionales nuestros. Tenía ella una sociedad de beneficencia, una compañía de bomberos, un club social y un diario, entre otras entidades. Hubo inclusive una literatura peruana tarapaqueña. Eran muchos los trabajadores compatriotas en las salitreras, sobre todo oriundos de Arequipa.

Ante esta realidad incontrastable, se formó una Liga Patriótica Chilena que hostilizó permanentemente a nuestros compatriotas. Los obreros fueron expulsados de las salitreras, “barridos” como dijo entonces un diario de Valparaíso. En Tarapacá, como en Arica y Tacna, muchos jóvenes tuvieron que emigrar porque fueron llamados al servicio militar obligatorio. El 18 de julio de 1911, unos ochocientos trabajadores del ferrocarril de Arica a La Paz, asaltaron y destruyeron las imprentas que publicaban los diarios peruanos La Voz del Sur y El Tacora, situadas a muy pocas cuadras del cuartel de la policía.

El admirable patriotismo de los tacneños resistió las presiones del ejército invasor, a pesar de los agravios y muertes inmerecidas, así como de la forzada partida de sus hijos. Años más tarde, cuando se propuso un Plebiscito, volvieron a su seno cientos de tacneños, para colaborar en las tareas de registro e igualmente dispuestos a emitir su voto, a favor de mantener la peruanidad de su suelo.

Dicho plebiscito no llegó a concretarse. Pudo más el patriotismo puesto a prueba, contra las torturas y despiadada opresión del invasor chileno. Muchos cayeron en esas demostraciones y sus nombres están estampados para la eternidad, en placas que se encuentran en la Plaza de Tarata y en la Plazuela "28 de Agosto" de Tacna.

Los tacneños que permanecieron en el seno de su pueblo, compartiendo sus días de lucha incansable, desde su heroica resistencia, vieron llegar, el 28 de agosto de 1929, la reincorporación de Tacna a la Patria, de la que fue seccionada injustamente.

En cada Aniversario de la Reincorporación, se lleva a cabo la Procesión de la Bandera, en un recorrido que comienza en la Plaza de Armas, en dirección a la calle San Martín, antiguamente llamada "Comercio”.

Recordar esta fecha, es rendirle honor a quienes ofrendaron su vida por una causa justa, mantener nuestra peruanidad, libre de toda opresión extraña.

En su libro La Vida y la Historia, don Jorge Basadre, nació en Tacna y vivió ahí en años de la ocupación chilena, dice: “De niño, el Perú fue para mí, como para muchos, lo soñado, lo esperado, lo profundo; el nexo que unía a la lealtad al terruño y al hogar, la vaga idea de una historia con sus grandes fulgores y sus numerosas caídas y la fe en un futuro de liberación.

No conocíamos nada de la prosaica vida diaria en el Perú, para nosotros él existía sólo en el mundo del recuerdo y en el de la esperanza. Aprendimos a amar al Perú divisándolo en esos nebulosos horizontes y en los polvorientos caminos de los libros. Oriundos de una tierra de minifundios y ajena a la vorágine capitalista, permanecimos en la ignorancia del gran drama contemporáneo en América y el mundo; repetimos nombres que numerosas veces embozaban en la capa áurea de su seducción, una mugrienta realidad no percibida por nuestro entusiasmo; y esa imagen parecía un oasis en las largas jornadas de vigilia durante el cautiverio, más hostil para nosotros que los arenales próximos a la ciudad natal…

El pueblo entero hizo un símbolo de la patria lejana y tal sentimiento sirvió como un nexo y otorgó a vidas oscuras un místico contenido, una honda razón de ser, engrandeciendo y ahondando las limitaciones del diario y prosaico existir”.

Fuente: Susana Alvarado Liñán
Editora Boletín Pedagógico Sin Fronteras
Boletín_sinfronteras@minedu.gob.pe

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